¿Qué es la iglesia de Cristo?

«Os saludan todas las iglesias de Cristo» (Romanos 16.16)

 

 

En miles de comunidades alrededor del mundo, usted encontrará congregaciones de la iglesia de Cristo. Si ha visitado alguna de estas congregaciones, puede que tenga preguntas acerca de lo que vio en ese lugar y acerca de lo que enseñaban. En este escrito contestarán algunas de las preguntas que a menudo se hacen acerca de la iglesia. La autoridad para las prácticas de las iglesias de Cristo la constituye la Biblia, porque el único que puede autorizar asuntos de adoración es el Señor. La iglesia de Cristo no tiene un libro de credos; el Nuevo Testamento provee el único credo dado por Dios para los cristianos. Tenemos que apoyarnos únicamente en la Biblia, para conocer lo que le agrada o desagrada a Dios. Nuestras prácticas tienen que estar basadas en principios y enseñanzas bíblicas, no en posturas adoptadas por organismos, convenciones, concilios ni sínodos legislativos religiosos.

¿Es la iglesia de Cristo una iglesia nueva?

No, la iglesia de Cristo no es una iglesia nueva. Fue fundada por Jesús, por medio de Sus apóstoles, en Jerusalén en el siglo primero. Esto la convierte en cientos de años más antigua que cualquier denominación en existencia hoy.  En Mateo 16.18, Jesús hizo esta promesa: «… edificaré mi iglesia». En el día de Pentecostés en el año 33 d. C., esa promesa se hizo realidad, y la iglesia de Cristo comenzó a existir. En esa ocasión, el evangelio fue primeramente predicado por Pedro y los demás apóstoles. Estos revelaron el plan de salvación del Señor que dice: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hechos 2.38). Los que respondieron, recibieron el perdón de sus pecados y fueron añadidos a la iglesia de Cristo (Hechos 2.47). Los miembros de las iglesias de Cristo en la actualidad son miembros de la misma iglesia que fue establecida hace 2,000 años.

¿Cuál es el ruego distintivo de la iglesia de Cristo?

Los miembros de las iglesias de Cristo hoy desean restaurar la iglesia neotestamentaria original. Para hacerlo, es necesario dejar a un lado los credos y doctrinas creadas por los hombres. Tenemos que regresar más allá de todas las denominaciones que las personas han establecido, de vuelta al modelo de iglesia que nos fue dejado en el Nuevo Testamento. Para ser el verdadero pueblo de Dios, tenemos que aceptar la Biblia como única autoridad en todos los asuntos religiosos. Por lo tanto, debemos poder decir «así dice el Señor» a todo lo que enseñamos y practicamos. Necesitamos «hablar donde la Biblia habla y callar donde la Biblia calla». Si enseñamos la Palabra pura de Dios hoy, estamos plantando la misma semilla que fue plantada en el siglo primero. Cuando esa semilla fue plantada en ese entonces, lo que se produjo fueron cristianos y solamente cristianos, y la iglesia comenzó a existir. El ruego de los miembros de las iglesias de Cristo hoy es por la unidad religiosa basada en la Palabra de Dios.

¿Por qué la iglesia de Cristo no usa instrumentos musicales en la adoración?

Esta es una de las preguntas que se hacen más comúnmente acerca de la iglesia de Cristo. Hay algunas razones fundamentales para la ausencia de pianos, órganos y demás instrumentos mecánicos de música en la adoración de la iglesia. Las iglesias de Cristo apelan por un regreso a la fe y práctica del siglo primero. Un estudio cuidadoso de la enseñanza neotestamentaria sobre el asunto, revelará que no hay una autoridad bíblica para el uso de instrumentos musicales en la adoración. Todo lo que se cree y practica en religión tiene que tener una autoridad divina que lo respalde. «Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Colosenses 3.17). Hacer algo en el nombre del Señor es hacerlo con Su autoridad. Los cristianos «… por fe andamos, no por  vista» (2ª Corintios 5.7). Esta fe proviene de la Palabra de Dios (Romanos 10.17). Al verdadero discípulo le preocupa lo que específicamente está prohibido, como también respetar el silencio de las Escrituras. Un respeto por el silencio de las Escrituras nos impedirá que agreguemos cosas que Lo mismo debe ser cierto hoy. En la Palabra de Dios leemos de los desastrosos resultados de quienes trataron ofrecer una adoración no autorizada a Dios. (Vea 1º Samuel 13.11–14; 2º Crónicas 26.16–21; Levítico 10.1, 2.) La iglesia del siglo primero no usaba instrumentos de música en la adoración. De hecho, no fue si no varios cientos de años después de que Jesús estableciera Su iglesia, que la iglesia apóstata introdujo instrumentos en la adoración, alrededor del año 670 d. C. Esto causó tal escándalo que los instrumentos fueron prontamente eliminados con el f in de evitar una división. No fueron introducidos de nuevo hasta el año 800 d. C. En vista de que el Nuevo Testamento deja por fuera el uso de instrumentos musicales en la adoración, los que deseen seguir el modelo neotestamentario de adoración, también dejarán por fuera su uso. En todos los casos donde las Escrituras hablan de ello, la música autorizada para la adoración en la iglesia la constituye el canto. Los pasajes neotestamentarios que tratan con el tema de la música en la adoración son 1ª Corintios 14.15; Efesios 5.19 y Colosenses 3.16. Estúdielos cuidadosamente para saber lo que Dios ha ordenado. El Señor nunca autorizó el uso de música instrumental en la adoración. Ningún apóstol  jamás consintió en ello. Ningún autor neotestamentario jamás la ordenó ni aprobó. Ninguna iglesia neotestamentaria la practicó. La tradición de usar música instrumental en la adoración surgió en una iglesia que apenas se asemejaba a la iglesia que Jesús estableció. La música instrumental en la adoración hoy, no tiene más aprobación que la quema de incienso o el ofrecimiento de sacrificios de animales.

¿Es la iglesia de Cristo simplemente otra denominación?

No, la iglesia de Cristo no es una denominación, ni tampoco es parte de una denominación. Decir que la iglesia de Cristo es una denominación es suponer que es una de muchas, o parte de un todo, de la misma manera que un billete de un dólar es una «denominación» de la moneda de los Estados Unidos. La iglesia de la cual leemos en el Nuevo Testamento jamás podría ser clasificada como tal. Cuando la iglesia comenzó a existir en el año  33 d. C., nadie necesitaba preguntarles a los cristianos a qué denominación pertenecían, puesto que había solamente una iglesia. Todos los que eran miembros de la iglesia eran sencillamente cristianos. Lo mismo debe ser cierto hoy. El Nuevo Testamento enseña que hay «un cuerpo» (Efesios 4.4), y ese cuerpo es la iglesia. Cristo es «la cabeza del cuerpo que es la iglesia» (Colosenses 1.18). Por lo tanto, hay solamente una iglesia. Mientras que muchos se glorían en la existencia de diferentes denominaciones, el Señor oró para que todos Sus seguidores fueran uno, diciendo: Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste (Juan 17.20, 21). La iglesia de Cristo no es protestante, ni católica, ni judía, sino sencillamente la iglesia que Jesús estableció, por la que Él murió (Hechos 20.28). La predicación del mismo evangelio que fue predicado por los apóstoles y la obediencia de las mismas condiciones de salvación producirán la iglesia de Cristo, en cualquier época y en cualquier parte del mundo.

¿Quién es la cabeza de la iglesia de Cristo?

A diferencia de las denominaciones, la iglesia de Cristo no tiene una cabeza terrenal ni tampoco tiene oficinas centrales terrenales. No tiene un credo humano. No tiene una organización universal. No realiza convenciones donde se crean políticas y ni siquiera tiene funcionarios como presidentes y vicepresidentes. Ningún hombre sobre la tierra puede alegar legítimamente ser la cabeza de la iglesia de Cristo. La única cabeza de la iglesia es Jesús mismo, pues dice: «… él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia» (Colosenses 1.18). A Jesús se le ha dado toda potestad sobre la iglesia, y Él nunca ha delegado ese poder a nadie sobre la tierra. Él dice: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra» (Mateo 28.18). Las oficinas centrales de la iglesia de Cristo están en el cielo.

Cada congregación tiene su gobierno propio o autónomo. Esto quiere decir que cada congregación local es independiente de todas las demás congregaciones de la iglesia. El único lazo que une a las miles de congregaciones a lo largo del mundo lo constituye una lealtad común al Señor y a la Biblia. Ninguna persona o grupo de personas puede decretar políticas a otras congregaciones ni tomar decisiones por ellas. La iglesia de Cristo está gobernada por la autoridad de la Palabra de Dios. En cada congregación, cuando se reconocen a hombres que poseen los requisitos establecidos en las Escrituras (vea 1ª Timoteo 3.1–12; Tito 1.5–9), se escoge un grupo de ellos para que sean ancianos u obispos. Estos hombres tienen la supervisión solamente de la congregación en la cual son nombrados. En cada congregación también se nombran diáconos, los cuales son siervos especiales.  

¿Cómo se hace uno miembro de la iglesia de Cristo?

En vista de que la iglesia le pertenece a Jesús (Mateo 16.18), en vista de que Él es la única cabeza (Efesios 1.22) y puesto que toda potestad ha sido dada a Él, los requisitos para entrar a la iglesia tienen que ser determinados por Él. La misma obediencia que lo hace cristiano a uno, es también la base sobre la cual el Señor lo añade a uno a la iglesia. «… el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos» (Hechos 2.47); «… nos ha […] trasladado al reino de su amado Hijo» (Colosenses 1.13).

Se requiere tener fe

Jesús dijo: «Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis» (Juan 8.24). También dijo: «El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado» (Marcos 16.16). Tenemos que creer, porque «… sin fe es imposible agradar a Dios» (Hebreos 11.6). La fe por sí sola no lo hace a uno cristiano, sin embargo, constituye el primer paso para hacerse hijo de Dios y ser miembro de Su iglesia (Romanos 10.10).

El arrepentimiento es un mandato

«Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan» (Hechos 17.30). El arrepentimiento consiste en dejar el pecado para que le sea quitado ese pecado. «Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados» (Hechos 3.19a). El deseo de Dios es que «… todos procedan al arrepentimiento» (2ª Pedro 3.9). 

Es necesario confesar a cristo

El apóstol Pablo escribió que hemos de confesar con nuestra boca «… que Jesús es el Señor» (Romanos 10.9). Jesús dijo: «A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 10.32). Antes de que el eunuco etiope pudiera ser bautizado, era necesario que se le pidiera su confesión, entonces dijo: «Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios» (Hechos 8.37b). Esta es la misma confesión correcta que uno tiene que hacer hoy antes de ser bautizado. 

el bautismo es necesario para que uno se haga cristiano y sea añadido a la iglesia

De acuerdo a la declaración del Señor en Marcos 16.16, nadie puede ser salvo de sus pecados anteriores mientras no haya sido bautizado. «El que creyere y fuere bautizado, será salvo». Jesús unió la fe con el bautismo como condiciones para la salvación. El uno es tan necesario como el otro. Antes de que Jesús regresara al cielo, les dio la Gran Comisión a Sus apóstoles. Les dijo que fueran y predicaran, bautizando para la remisión de sus pecados a los que creyeran (Mateo 28.18–20; Marcos 16.15, 16; Lucas 24.46, 47). Pedro estaba obedeciendo las instrucciones de Jesús cuando se puso de pie ante la multitud en el Día de Pentecostés y declarara: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hechos 2.38). Los que respondieron a la predicación de Pedro fueron bautizados en Cristo, recibieron el perdón de sus pecados y fueron añadidos a la iglesia (Hechos 2.47). Cuando Pedro tuvo el privilegio de predicar el evangelio a los gentiles, «… mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús» (Hechos 10.48a). El mismo Pedro escribió más adelante que «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva» (1ª Pedro 3.21). A Saulo de Tarso se le dijo: «Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre» (Hechos 22.16b). Lo que fue cierto en tiempos neotestamentarios es igual de cierto en nuestros días. Si alguien desea tener el perdón de sus pecados, debe creer, arrepentirse de sus pecados, confesar a Jesús y ser bautizado. Pablo enseñó que el bautismo lo pone a uno en Cristo. «¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?» (Romanos 6.3). Leemos de una expresión similar en la carta de Pablo para los gálatas, donde dice: «… porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos». La única forma de estar «en Cristo» es siendo bautizados en Él. Estar «en Cristo» es estar en Su cuerpo, y Su cuerpo es la iglesia (Efesios 1.22, 23). «Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu» (1ª Corintios 12.13).

¿Qué hacían las personas para hacerse miembros de la iglesia en el siglo primero?

Escuchaban la predicación del evangelio

– Hechos 8.35; 14.21; Romanos 1.16; 1ª Corintios 15.1; Efesios 1.13; 3.6

 

Tenían fe

– Marcos 1.15; Juan 3.16, 18; 6.29; 8.24; Hechos 2.37; 8.12, 13; 9.42; 11.21; 13.12, 48; 14.1; 16.31, 34; 17.12, 34; 18.8; 1ª Juan 3.23

 

Se arrepentían de sus pecados

– Hechos 2.38; 3.19; 17.30; 26.20; vea Hechos 16.33, 34

 

Confesaban a Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios

– Hechos 8.37; 2ª Corintios 9.13; 1ª Timoteo 6.12, 13; vea Hechos 2.21; 22.16

 

Eran bautizados para el perdón de sus pecados

– Hechos 2.38, 41; 8.12, 13, 38; 10.48; 16.15, 33; 18.8; 19.5; 22.16; 1ª Corintios 12.13

La iglesia de Cristo, la Cena del Señor y el primer día de la semana

Los miembros de las iglesias de Cristo observan la Cena del Señor cada domingo, porque eso fue lo que hizo la iglesia del siglo primero al ser guiados por los apóstoles. Tenemos el ejemplo aprobado de ellos para seguir. Hechos 20.7 contiene una referencia clara a la práctica semanal de la Cena del Señor, pues dice: «El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche». No se reunían anualmente, ni trimestralmente, ni mensualmente para participar de la Cena del Señor. Se reunían semanalmente. Este es un ejemplo autorizado para que la iglesia siga mientras perdure el tiempo. El propósito de la asamblea semanal de la iglesia era «partir el pan», queriendo decir participar de la Cena del Señor, esto es, recordar a Jesús de la manera como Él lo había ordenado. Jesús había ordenado esta práctica en Mateo 26.26–28 y en Lucas 22.19. Pablo hizo mención de lo mismo en 1ª Corintios 11.23–26, concluyendo en que «… todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga». Con respecto a la asamblea, a la iglesia se le ordenó de forma directa no dejar de congregarse (Hebreos 10.25). La práctica de los cristianos del siglo primero consistía en reunirse para adorar el primer día de cada semana, esto es, el domingo. Cuando así lo hacían, comían la Cena del Señor (la forma como se le refiere en 1ª Corintios 11.20). El primer día de la semana es el Día del Señor. Fue el día en el que Jesús se levantó de la tumba y el día en el que la iglesia fue establecida. Alguien ha sugerido que Hechos 20.7 no indica que los discípulos se reunieran cada semana. En el Antiguo Testamento, los judíos recibieron los Diez Mandamientos. El cuarto mandamiento decía: «Acuérdate del día de reposo para santificarlo» (Éxodos 20.8). Por favor, observe que este versículo no dice que todos los días de reposo, pero no podía significar otra cosa más que eso. Los judíos entendían que era todas las semanas. Cada semana incluía un sétimo día, o día de reposo, y todo judío fiel guardó ese día bajo la ley de Moisés. De la misma manera, en la dispensación cristiana, el ciclo de cada semana incluye un primer día de la semana. Este constituye el «Día del Señor», y los cristianos han de reunirse y «partir el pan» en este día. La regularidad de tal práctica no debe ser para los cristianos un asunto de duda más de lo que fue el día de reposo para los judíos bajo la ley de Moisés. Además de las pruebas internas que se encuentran en el Nuevo Testamento, historiadores respetados han registrado que en los primeros siglos, la práctica de los cristianos consistía en reunirse y observar la Cena del Señor cada domingo. Vengamos juntos cada semana, gozándonos por el privilegio de tener comunión con nuestro Señor. 

La iglesia de Cristo y el bautismo

Una de las preguntas que más frecuentemente se hacen acerca de las prácticas de la iglesia de Cristo se centra en el bautismo. Muchos grupos religiosos rocían o derraman agua sobre las personas, incluso infantes, con el fin de «bautizarlas». Sin embargo, en la iglesia de Cristo a los creyentes arrepentidos se les bautiza, o sumerge. ¿Por qué? Efesios 4.5 nos dice que hay «un Señor, una fe, un bautismo». Es fácil determinar que el «un bautismo» del Nuevo Testamento consiste en la inmersión para el perdón de pecados. La palabra «bautismo» proviene del griego baptizo, que literalmente quiere decir «meter, sumergir, zambullir». Si no supiéramos nada más que el significado de la palabra que era usada para describir este acto, ello debería ser suficiente para convencer al que busca la verdad de que jamás hay ni hubo autoridad de parte de la Biblia para el rociamiento ni para el derramamiento de agua. La palabra misma «bautismo» quiere decir «sepultura». Cuando vemos las Escrituras en lo que respecta al bautismo, no podemos llegar a otra conclusión que no sea que el bautismo neotestamentario era por inmersión. Romanos 6.4 dice: «Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva». Cuando alguien se bautiza bíblicamente, será «sepultado» y «levantado». Esto solamente puede describir al bautismo por inmersión. Cuando le escribió a los cristianos de Colosas, Pablo dijo: «… sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos» (Colosenses 2.12). Una vez más, al bautismo se le describe como a una sepultura y un levantarse. No hay manera de que esta descripción concuerde con el rociamiento ni con el derramamiento de agua. Cuando en el Nuevo Testamento vemos un ejemplo de una persona siendo bautizada, podemos ver que el verdadero bautismo consistía de una sepultura en agua. Y mandó [Felipe] parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino (Hechos 8.38, 39). Este bautismo requirió que tanto el predicador como el que iba a ser bautizado «descendieran» al agua. Después del bautismo, «subieron del agua». El bautismo de la Gran Comisión (Mateo 28.19, 20; Marcos 16.15, 16) es el único bautismo autorizado hoy. Sin embargo, en el mundo religioso vemos que se enseñan y practican varios bautismos. Podemos determinar si un bautismo es el bautismo verdadero y bíblico al comparar lo que vemos que se practica, con lo que describen las Escrituras. 

• Después de que se dio la Gran Comisión, había solamente un bautismo válido (Efesios 4.5).

• Era en agua (Hechos 8.38).

• Era una sepultura en agua (Romanos 6.4; vea Hechos 8.38, 39).

• Era una resurrección del agua (Colosenses 2.12).

• Era administrado por hombres (Mateo 28.19).

• Era para personas de todo el mundo (Marcos 16.15).

• Esta practica había de permanecer hasta el final de los tiempos (vea Mateo 28.20).

• Era administrado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28.19).

• Era con el propósito de obtener el perdón de pecados (Hechos 2.38; 22.16).

• Coloca en Cristo al que se bautiza (Romanos6.3; Gálatas 3.27)

• Era únicamente para los que podían creer (Marcos 16.16).

En vista de que la Biblia es la Palabra de Dios, hemos de darle el mismo énfasis al bautismo que le dio el Señor; ni más ni menos. ¿Qué énfasis le dio el Señor? Dice que nadie es salvo a menos que haya sido bautizado. «El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado» (Marcos 16.16). ¿Cómo puede alguien dejar de darle énfasis a algo que se sitúa entre el ser salvo o perderse eternamente? Pedro dijo que el bautismo da como resultado el perdón de pecados (Hechos 2.38) y que el bautismo nos salva (1ª Pedro 3.21). Ananías le dijo a Saulo que el bautismo lava el pecado (Hechos 22.16). Tenemos que darle al bautismo el mismo lugar que el Señor le dio en el plan de salvación. El Nuevo Testamento sitúa al bautismo entre el pecador y las relaciones que salvan al alma. Por favor, considere seriamente el papel fundamental que el bautismo juega cuando se viene a Cristo.

• El bautismo se sitúa entre el pecador y la salvación (Marcos 16.16).

• El bautismo se sitúa entre el pecador y el perdón de pecados (Hechos 2.38).

• El bautismo se sitúa entre el pecador y el lavamiento de sus pecados (Hechos 22.16).

• El bautismo se sitúa entre el pecador y el llegar a ser hijo de Dios (Gálatas 3.26).

• El bautismo se sitúa entre el pecador y el estar en Cristo (Romanos 6.3).

• El bautismo se sitúa entre el pecador y su membresía en la iglesia del Señor (1ª Corintios 12.13).

 

El bautismo no constituye el único requisito para la salvación. ¡Podríamos bautizar fácilmente a una persona si eso fuera lo único que se necesita para salvar el alma! Sin embargo, se requiere de más. En primer lugar, tiene que escuchar o leer el mensaje del evangelio para poder entender que necesita de la salvación y para aprender cómo puede ser salvo (Efesios 1.13). Tiene que creer en Jesucristo como el Hijo de Dios que es, es decir, el crucificado y resucitado Salvador del mundo (vea Hechos 8.37). Debe tomar la determinación de arrepentirse, o cambiar su estilo de vida pecaminoso, para que sus pecados sean limpiados (Hechos 3.19). Además, tiene que confesar su creencia en Jesús como el Hijo de Dios (Romanos 10.10). Entonces estará listo para ser sepultado en el bautismo, para el perdón de sus pecados (Hechos 2.38). Cuando es levantado de la sepultura de agua, ha de vivir una nueva vida en Cristo (Romanos 6.4).

Si tienes alguna duda, o bien si te interesaría pertenecer a la Iglesia de Cristo. no dudes en contactarnos, será un gusto tener una platica acerca del plan de salvación.

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